domingo, 6 de marzo de 2022

La vida sagrada

La vida sagrada se relaciona con la sacratio, la cual es “[...] resultado de la conjunción de dos características: la impunidad de matar y la exclusión del sacrificio”. Se diferencia de la consecratio –consagración– porque ésta “se caracteriza, según Fowler, por hacer pasar un objeto de lo profano a lo sagrado.29 En otras palabras, la vida sagrada se relaciona con un estado que no es sacrificable, es decir, que no se puede matar como ritual que le permita pasar de un estado profano a otro sagrado, porque sagrada ya es, y como tal no se puede sacrificar.

Foucault narra un ejemplo de vida sagrada, con los leprosos de la Edad Media: “[...] con una extraña reversibilidad que se opone a la de los méritos y plegarias, son salvados por la mano que no les es tendida. El pecador que abandona al leproso en su puerta, le abre las puertas de la salvación.

El abandono del leproso significaba un acto de salvación para él, y para quien lo abandona: “El abandono le significa salvación; la exclusión es una forma distinta de comunión”.31 Con este ejemplo, la vida sagrada se constituye como aquella que queda excluida, marginada, abandonada, para la salvación de los que lo rodean. 

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